Tuesday, May 3, 2016

El pais que ya no es mi pais


Es doloroso darse cuenta así de pronto que quizás el país que llamo mi país ya no lo es, y probablemente nunca lo fue. A pesar de ser uno de esos peruanos que creció y vivió en la recientemente llamada burbuja de la "Lima Moderna"[1], específicamente en el distrito de San Miguel, también es cierto que durante esos años San Miguel era de lejos lo que es ahora: El Centro Comercial San Miguel no era nada mas que una ciudad fantasma, la Av Universitaria estaba cortada por "la huaca" y carecía de trafico, y la hoy congestionada Av La Marina no tenia ni un solo comercio existente salvo los antiguos Mercado Incas. San Miguel era ciertamente una ciudad muy distinta a lo que es ahora. Y aun así, a pesar de todo, quizás se puede afirmar que vivíamos en una burbuja suburbana que raspaba la clase media. Ciertamente no era la burbuja actual si no mas bien una distinta, una que también miraba al mar pero que no le daba la espalda al resto del Perú.

Sin embargo, gracias a que no le dábamos la espalda a mi país fue que desde muy joven empece a conocer su territorio y su gente pues viajábamos con mis padres por el interior siempre que se podía (económicamente hablando). Lo hacíamos principalmente para visitar la gran familia dispersa por todo el territorio y por ver las caras afables de viejas amistades. Se puede cuestionar sin mucho esfuerzo que mi familia sea perfecta pero lo rescatable es que siempre hemos vividos preocupados por nuestro Perú, entendiendo que nadie ama lo que no conoce. Así, recuerdo con especial cariño visitar la casa de mis bisabuelos perdida en un rinconcito de Cañete donde solo se podía llegar por un camino afirmado. Hay incluso días en los que añoro las visitas a los tíos de mi mama en Ica, en la chacra, paseando en la tolva de la camioneta con mis primos mayores. Dicen mis padres que fuimos incluso hasta Tacna en el auto de la familia, pero solo queda una foto mía parado en el capot junto a mi papa cuando apenas tenia yo 2 años. También visitamos la sierra central cuando era pequeño, y mis ojos aun brillan al recordar estar sentado a orillas de la laguna de Llanganuco en Ancash o viendo las palmeras sobrevivientes de la tragedia en Yungay.

Pero a pesar de estos viajes familiares y mis posteriores incursiones como adulto en la costa norte, en la sierra de Cajamarca, en el turístico Cuzco, en la frialdad de Puno, en la tradicional Arequipa, en el valle central de la sierra peruana, y un largo etcétera; es difícil aceptar que el país que he visto con mis propios ojos esta en clara oposición a las ideas que tengo. Hiere reconocer que este Perú profundo es ajeno a mis preocupaciones. Por que es innegable que la mayoría de la gente de mi país de origen no ha tenido las mismas oportunidades que yo tuve. Por que ellos no crecieron en la burbuja que yo viví por décadas. Por que no es lo mismo visitar que vivir. Por que no es lo mismo entender su sufrimiento que sufrirlo. Y es por eso que no los culpo por sus elecciones. Pues ellos tienen todo el derecho de elegir como sus gobernantes a quienes les plazca aun cuando desde mi modesto punto de vista están cometiendo un error. Por el contrario, intento comprender porque eligen a quien eligen. Y al hacerlo me doy cuenta que la mayoría de mis compatriotas no piensan como yo. Que sus acciones obedecen a su realidad y que esta es aun durísima comparada con la mía.

Esto logra que me desconsuele encarar la realidad, reconocer que la idea que he formado sobre mi país no es mas que el resultado de lo poco que comprendo y entiendo del mismo. Crece la frustración de saber que todo lo que hice por conocer el Perú no ha sido suficiente. Que mi amor por la patria que me vio nacer esta fundado en una visión parcial, con algo de suerte mejor a lo que se podría esperar de alguien en mi coyuntura social, pero aun así sesgada, incompleta, sin la precisión necesaria. Al mismo tiempo todo esto quizás explique el por que deje de vivir en el Perú. Por que es natural buscar un entorno donde las ideas de uno son compartidas por el resto. Pero también es normal querer que el resto cambie su forma de pensar a la de uno. Lo que si es inaceptable es tratar de imponer las ideas de uno en las de otros; hacer lo imposible para que los demás se comporten como uno quisiera. Incluso me atrevo a afirmar que es inmoral coaccionar a los coterraneos para que eligan lo que uno considera es lo mejor para todos. Es así que a veces algunos como yo no tenemos otra opción que auto exiliarnos por que sentimos que ya no pertenecemos al lugar donde crecimos, y extrañamente incongruente al mismo tiempo deseamos regresar.

Referencias:
1. Conoce el Perú primero (2): Todos los mapas que has estado compartiendo no sirven. Consultado el 29-04-2016

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